Reconozco tu nombre con mis dedos que se revuelcan en tu piel llovida. Te vuelves cada parte de mí en esta lucha con las sabanas por desaparecer. Contador de mis pasiones en llamas que reinventa mi colchón en cada peregrinar, dispara tu mirada contra mi espalda y sube mi dolor a tu cuello traidor. Turista de mis sueños caudalosos, menciona la palabra que más arde y lame los pecados que atraviesan mi ser, pero cuidado con el vicio que provoca mi vicio. Vagabundo de estas cuatro paredes, aquella mesa y este piso caliente, enciérrame en esta página de tu diario y calquémonos en las siguientes seiscientas. La tinta de la bitácora de mi piel se secó con tu sudor embriagante; ahora déjame tu saliva cínica para ajustar cuentas con mi memoria al sol.